martes, 30 de noviembre de 2010

(VII) Visitas inesperadas

Jerry's era el típico restaurante situado en la zona industrial de London. Sustentado por suministrar un rancho decente a buen precio a los trabajadores de la siderurgia, que eran, a grandes rasgos, su principal clientela. El restaurante ocupaba el bajo de un edificio abandonado y ennegrecido por efecto del humo que inundaba el ambiente. En la puerta de roble envejecido había carteles y panfletos de todo tipo anunciando desde el menú del día hasta prohibiendo la entrada a labopeones. Lo cierto es que cualquiera que paseara por la calle evitaría entrar en un sitio como ese, y mucho menos para comer.

Sin embargo, en su interior el aspecto era más halagüeño. Una serie de mesas relativamente limpias estaban distribuidas por una enorme sala con suelo de madera y, al fondo, una barra disponía, casi como trofeos, de una ingente cantidad de botellas de los licores más variados.

La cercanía con los reales talleres y el exquisito puré de verduras hervidas de la señora Gingeroot, esposa de Jerry el mesonero, hacían de Jerry's el sitio favorito para comer de Henry Stampton. Por su parte, a Zulfikar toda la comida de ese país le parecía carente de sabor y de chispa.

Ambos estaban sentados a la mesa dando buena cuenta de sus platos. El silencio reinaba durante la comida y Henry no hacía más que mover su plato de puré que comenzaba a enfriarse.

- Venga Henry, ¿vas a pasarte toda la comida callado?-Rompió su silencio el indio.
- Zulfikar, es que pensé que lo teníamos y... - El sonido de la campanilla que pendía sobre la puerta de entrada del restaurante cortó al ingeniero. Éste alzó su mirada por encima de Zulfikar y contempló la figura que acababa de hacer su entrada en la estancia. Para su sorpresa, le resulto familiar. - ¿Osgar? ¿ Osgar McClancy?

Osgar era alto y delgado, con una cara alargada y huesuda adornada con unos prominentes y alargados bigotes. Sobre su cabello castaño reposaba un salacot alargado de color caqui, al igual que su chaqueta llena de bolsillos. Orgulloso de su condición de escocés, se negaba a vestir pantalones, optando, sin excepciones, por el kilt de los McClancy, un seven yards de preciosos colores amarillos y verdes. Sobre su espalda, sujeto mediante una correa, un enorme rifle con mira telescópica. Además, de manera excepcional, entre sus manos portaba una caja de madera con el letrero de Frágil.

- ¡Henry, canalla! Me dijeron en los talleres que te podría encontrar aquí. ¿Qué tal, viejo zorro?

- Me acabas de alegrar el día, Osgar. ¿Qué haces aquí? Te hacía en África, luchando contra los Zulúes. Por cierto, te presento a Zulfikar Kumar, mi compañero de investigaciones. Zulfikar, este es Osgar McClancy, un viejo amigo de la infancia. - Ambos se estrecharon las manos. - ¿Qué te trae por aquí?

- Tengo que enseñarte algo, Henry.- Dijo señalando la caja. - En un sitio más privado. Tu amigo puede venir si lo desea. - Henry asintió y se dirigió a la barra del restaurante. Tras pagar la comida y pedir tres vasos del mejor whisky de Jerry, volvió a la mesa.

- Jerry me ha dicho que podemos pasar a su bodega. No preguntes por qué, Osgar, pero preferiría evitar los talleres en lo que queda de día.- Cogieron sus vasos y se retiraron a una sala interior del restaurante.

La bodega de Jerry's era un pequeño cuarto en el que guardaban reposo una considerable cantidad de botellas de vino entre volátiles sábanas de polvo. Del techo colgaban hierbas secas e, incluso, un jamón español. Una vez cerraron las puertas de la bodega y encendieron una pequeña lámpara de acetileno, tomaron asiento en torno a una pequeña y mugrienta mesa.

- Tú dirás. - Henry incitó a Osgar a explicarse. Éste abrió la caja, retiró un par de manojos de hierba seca y sacó una pequeña estatuilla con forma de elefante. La estatuilla era estaba hecha de mineral de sal y radiaba un tenue fulgor azulado. Los ojos de Henry y Zufilkar se abrieron como enormes platos. - ¡Great Scott! No puede ser...

No hay comentarios: